¿Qué versículo habla de los diezmos y ofrendas? La Biblia está llena de enseñanzas que hablan de la importancia de los diezmos y ofrendas. Un ejemplo notable de esto es el relato de Melquisedec, rey de Salem, quien ofrendó pan y vino a Abraham y bendijo a Dios en Génesis 14:18-20. La idea es entender que una ofrenda de gratitud refleja la esencia de una respuesta a la generosidad de Dios.
Ahora, dar el diezmo y las ofrendas es una forma de mostrar gratitud a Dios y contribuir a Su obra en la iglesia. Además, es una manera de reconocer que todo lo que tenemos proviene de Él y confiar en Su provisión. Al dar, aprendemos a ser generosos, a confiar en que Dios suplirá nuestras necesidades y a ser parte activa en la construcción de Su reino.
En el 2018, el Papa Francisco dio esta frase para simplificar la pregunta sobre ¿Qué versículo habla de los diezmos y ofrendas? “El Señor nos pide poco y nos da tanto: en la vida ordinaria, nos pide buena voluntad; nos pide corazón abierto; nos pide ganas de ser mejores».
Versículos que explican sobre dar diezmos y ofrendas
Según los Evangelios, Jesucristo reconocía la importancia de los diezmos y las ofrendas. En Mateo 23:23, él critica a los fariseos por ser meticulosos en diezmar hierbas menores, pero negligentes en cuestiones más importantes de la justicia, la misericordia y la fe. No desechó el diezmo, sino que enfatizó la importancia de la integridad y la justicia.
Para Jesús, la ofrenda no es solo un acto de obediencia, sino también una expresión de fe, amor y compromiso con Dios y con el prójimo. Ahora, la iglesia, como cuerpo de Cristo, sigue la enseñanza bíblica sobre los diezmos y ofrendas.
Muchos versículos en el Nuevo Testamento, como 2 Corintios 9:7, instan a los creyentes a dar con alegría y según sus propios corazones. Puesto que, la Iglesia enfatiza que dar no se limita al templo, sino que también incluye ayudar a los necesitados y contribuir al bienestar de la comunidad.
En otro pasaje, la Biblia también enseña que los diezmos y ofrendas no se limitan a dinero o posesiones. En Romanos 12:1, Pablo anima a los creyentes a ofrecer sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios.
Este versículo habla de los diezmos y ofrendas demostrando que nuestra vida misma, tiempo, talentos, pueden ser ofrecidos a Dios. Ya sea a través de servicios comunitarios, ayudando a los necesitados, o usando nuestros dones para el bien de la Iglesia y la comunidad. Desde luego, estamos haciendo ofrendas valiosas a Dios.
¿Qué dice la biblia sobre la forma de dar diezmos y ofrendas?
La gratitud y la alegría al dar diezmos y ofrendas son aspectos vitales de nuestra fe. Este acto de dar no solo es una expresión de nuestra devoción a Dios, sino que también nos permite desarrollar una actitud de gratitud hacia las bendiciones que hemos recibido y una alegría en compartir con los demás.
Por lo tanto, todo se trata de dar con gratitud y alegría. Además, de reconocer que todo lo que tenemos viene de Dios y es para Dios.
Comprender la verdadera naturaleza de los tesoros es crucial. Algunos pueden interpretar erróneamente que la riqueza material es la mayor señal de la bendición divina. Sin embargo, la Biblia nos insta a tener una perspectiva diferente. Ya que nos enseña que los tesoros terrenales son temporales y susceptibles a la decadencia y la pérdida. Además, en lugar de acumular riquezas materiales, debemos esforzarnos por acumular tesoros en el cielo.
Estos tesoros celestiales están representados por acciones y actitudes que reflejan el amor y la generosidad de Dios, y son eternos e incorruptibles.
Además, la Biblia establece claramente que todo en la tierra pertenece a Dios. Por lo tanto, cuando entregamos nuestros diezmos, estamos reconociendo que lo que damos ya es de Dios.
Este acto de devolver una parte de lo que se nos ha dado es una forma de honrar a Dios como el verdadero dueño de todo.
Al dar, debemos hacerlo de acuerdo con nuestras posibilidades, ya que lo que cuenta no es la cantidad que damos, sino la disposición y la actitud con la que lo hacemos. No se espera que demos más allá de nuestras capacidades, ni que otros se alivien a expensas de nuestra propia angustia. Más bien, se espera que demos con un espíritu de igualdad y mutualidad.
Además, la Biblia nos enseña que la generosidad no se trata de dar hasta que nos duela, sino de compartir con amor lo que tenemos.