Abuso Espiritual en la Iglesia

Por: Renato Vera Osuna

El abuso espiritual, una herida profunda y a menudo silenciosa, ha emergido como un desafío crítico para la Iglesia en su llamado a ser «luz del mundo». A diferencia del abuso físico o sexual, este tipo de violencia se ejerce a través de la manipulación de la fe, la distorsión de la autoridad sagrada o el uso coercitivo de prácticas religiosas. Como abogado comprometido con la protección de los vulnerables, he acompañado a víctimas cuyas historias revelan un patrón común: líderes que, en lugar de guiar hacia Cristo, han usado su posición para controlar, humillar o explotar espiritual y emocionalmente a los fieles. Este artículo busca iluminar este fenómeno, proponer medidas preventivas y reafirmar el camino de nuestra Iglesia hacia la integridad que nos marca el evangelio.

¿Qué es el Abuso Espiritual?

El abuso espiritual ocurre cuando una persona en posición de autoridad religiosa —sacerdote, líder laico o comunidad— utiliza su influencia para dominar, aislar o dañar a un individuo o grupo, tergiversando la doctrina o la relación con Dios. Sus formas incluyen la manipulación doctrinal, donde se usan textos sagrados o enseñanzas para justificar abusos de poder, culpar a la víctima o exigir obediencia ciega; el control coercitivo, que impone prácticas de devoción extrema, como confesiones forzadas o penitencias desproporcionadas, como condición para «salvarse»; el aislamiento comunitario, excluyendo a quienes cuestionan al líder o no se ajustan a sus demandas, presentándolos como «pecadores» o «amenazas»; y el abuso de la confesión, utilizando el sacramento para obtener información personal y luego chantajear o ejercer control psicológico.

El Papa Francisco ha denunciado esta realidad con claridad: «El abuso espiritual es una traición a la relación pastoral y un pecado contra el Espíritu Santo» (Discurso a la Curia Romana, 2022). Este tipo de violencia, aunque menos visible, corroe la confianza en las instituciones eclesiales y desfigura el rostro misericordioso de Cristo.

Impacto y Desafíos en la Iglesia

El abuso espiritual deja cicatrices profundas: crisis de fe, trauma emocional e incluso alejamiento definitivo de la Iglesia. Su detección es compleja, pues se enmascara bajo el lenguaje de la «santidad» o el «sacrificio». Un caso emblemático fue el de una religiosa en Estados Unidos que, durante décadas, fue obligada por su superiora a realizar ayunos extremos y autoflagelaciones bajo la amenaza de «no agradar a Dios». Solo tras años de terapia, reconoció el abuso.

El Código de Derecho Canónico ofrece herramientas para combatir estas prácticas. Por citar un ejemplo, el canon 1389 sanciona el abuso de autoridad eclesiástica, mientras el canon 1395 aborda la violación del sigilo sacramental. Sin embargo, la aplicación efectiva de estas normas requiere no solo conocimiento legal, sino sensibilidad pastoral para discernir entre una dirección espiritual genuina y la manipulación.

Estrategias para la Prevención

La prevención del abuso espiritual exige un enfoque multifacético que involucre a líderes, fieles y estructuras institucionales. Un primer paso es la formación integral del clero y líderes laicos. Seminarios y casas de formación deben incluir módulos sobre ética pastoral, límites saludables en la dirección espiritual y detección de conductas manipulativas. El Pontificio Instituto Juan Pablo II ha desarrollado guías que enfatizan la relación de servicio sobre el autoritarismo, recordando que la autoridad en la Iglesia se ejerce «como quien sirve» (Lc 22:26).

Además, es esencial establecer protocolos claros y accesibles. Cada diócesis debe contar con canales confidenciales para denunciar abusos espirituales, independientes de la cadena de mando jerárquica. La Arquidiócesis de Chicago, por ejemplo, ha implementado un comité laico que investiga casos sin conflicto de intereses, garantizando transparencia y objetividad.

La educación de los fieles laicos es igualmente crucial. Talleres parroquiales pueden enseñar a distinguir entre una dirección espiritual sana y prácticas abusivas. Entre las claves destacan recordar que un líder espiritual nunca debe exigir secreto absoluto o aislamiento de seres queridos, que la conciencia personal —definida por el Concilio Vaticano II como «el núcleo más secreto del hombre»— es inviolable, y que la misericordia, no el miedo, debe ser el núcleo de la vida sacramental.

El acompañamiento a las víctimas también requiere atención especializada. Colaborar con psicólogos y teólogos para ofrecer terapias que integren sanación emocional y renovación de la fe es fundamental. La diócesis de Madrid ha dado un paso adelante al crear un equipo interdisciplinar que incluye sobrevivientes como asesores, reconociendo su voz como «agentes de cambio» en la reconstrucción de comunidades seguras.

Finalmente, la transparencia institucional es un antídoto contra la cultura del silencio. Publicar estadísticas anónimas de denuncias recibidas y medidas tomadas, siguiendo el modelo del Informe anual de protección de menores de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), fortalece la rendición de cuentas y restaura la confianza.

Hacia una Cultura de Respeto y Confianza

San Juan de la Cruz advirtió sobre los «falsos profetas que atan las almas en vez de liberarlas». Hoy, la Iglesia está llamada a empoderar a los laicos, fomentando su participación en comisiones de prevención y aprovechando su perspectiva única para identificar dinámicas de poder disfuncionales. El Sínodo sobre la Sinodalidad ha subrayado la necesidad de revisar estructuras que perpetúan el clericalismo, sustituyéndolas por modelos que reflejen la colegialidad y la corresponsabilidad.

Promover una espiritualidad encarnada, alejada del rigorismo opresivo, es otro pilar. Como enseñó Santa Teresa de Ávila, «Dios está entre los pucheros», es decir, en lo cotidiano y lo humano. Una fe auténtica no oprime, sino que libera; no divide, sino que une en la caridad.

La Iglesia como Jardín de la Misericordia

Combatir el abuso espiritual nos exige valentía para examinar las sombras, pero también esperanza para creer en la renovación. Como pastores y fieles cotólicos, todos estamos llamados a ser custodios de la dignidad de cada alma, recordando que, en palabras de San Ireneo, «la gloria de Dios es el hombre plenamente vivo».

En este camino, la Iglesia no debe temer a la verdad ni a la autocrítica. Al proteger a los vulnerables de toda forma de abuso, incluyendo el espiritual, se convierte en un verdadero refugio donde florece la confianza y donde cada persona puede experimentar, sin miedo, el amor liberador de Cristo.

Renato Vera Osuna, abogado mexicano, coordinador de una comisión diocesana para la prevención y atención del abuso en contra de menores y adultos vulnerables en México, ha colaborado en la revisión de protocolos de prevención de abusos en Latinoamérica y Europa.

luis delgado periodista chileno

por Luis Delgado

Luis Delgado (Santiago, 1 de enero de 1980) es un periodista chileno que se especializa en temas religiosos y espirituales. Ha trabajado en varios medios de comunicación y ha publicado varios libros relacionados al estudio de la Biblia.

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